lunes, 27 de junio de 2011

Por fin por la mañana, nubes y recuerdos.

La voz de su madre fue lo que le despertó, había dormido aquellas horas con desgana, y su madre estaba gritándole para que se levantase mientras subía la persiana. Abrió los ojos poco a poco, acostumbrándose a la luz natural, la poca que un día nublado como aquel podía proporcionar.
-          Bueno, hola pequeña, soy-madura-y-me-lo-paso-genial-cogiendo-borracheras. Buenos días.
Y salió muy digna del cuarto, ese era el primer asalto, ahora le haría sentir culpable. Con un suspiro se levantó y fue hacia el baño casi a ciegas, tenía la boca pastosa, los ojos completamente invadidos de legañas y la cara hinchada de tanto dormir. El pelo era un nido de pájaros, parecía que tenía el largo cabello pelirrojo cardado de un modo poco estético. Se metió en la ducha mientras recapacitaba, solo faltaban unos días antes de volver al instituto y volver a ver la cara de los idiotas que le habían invitado a una juerga en la que ella no encajaba para nada. Era un simple adorno. Y su madre, pobrecita, ella sola a cargo de la malcriada de su hija, una hija completamente distinta a ella.  Pero así era, no podría ser de otra forma, una ciudad distinta, una vida que deja tras de si un gran vacío que nada puede llenar ya, solo esa pérdida del sentido tan absolutamente satisfactoria. 

domingo, 26 de junio de 2011

Al fin semi-cuerda

Horas más tarde todo parece más calmado, el ruido de los cachivaches, los crujidos, los coches… todo parece perder poder, vuelve en si, mira a su alrededor. Su cuarto, ¿Cómo ha llegado allí? Recuerda la noche anterior, bebiendo en la playa, bebiendo de un modo excesivo, con ansia, como si esa fuera la medicina a todos sus males, ebria hasta desmayarse, recordaba los trajes de los hombres de la Cruz Roja mientras le pinchaban el delgado y pálido brazo, recordaba como todo el mundo miraba la escena sin intervenir… recordó a su madre, y nada más. Lo demás todo era demasiado borroso, solo había logrado conseguir varios fragmentos de todo aquello, el infierno vívido y a la vez un paraíso de locura. Ebria depresiva, así es como se hubiera auto denominado si le hubieran preguntado. Todos aquellos problemas… aliviados por una sensación de dejadez, no sentía nada, ni amor ni odio, no pensaba en todo lo que le había pasado, nada, simplemente ese dulce agujero negro que se tragaba todo, lo bueno y lo malo, ¿qué más daba si lo bueno desaparecía? Igualmente no habían demasiadas cosas buenas por las que luchar… todo era demasiado triste, demasiado macabro para que lo pudiera soportar una adolescente en plena etapa de crecimiento.

No quería salir del cuarto, sabía que si salía su madre la estaría esperando, con los brazos en jarras, el ceño fruncido y una sarta de insultos y reproches lanzados como dardos a toda velocidad hacia ella, ya había pasado bastante con la resaca… Encendió el ordenador, las 6 de la mañana ¿Aún? Leyó la fecha en la que estaba, ya habían pasado dos días desde aquella noche… No quiso ver más, apagó el ordenador y se dispuso a dormir las horas que faltaba para que el mundo siguiera su curso, con ella ya dentro.

sábado, 25 de junio de 2011

Efectos y atención materna.

Vacía su mirada, los labios torcidos, las lágrimas acompasadas de los rítmicos latidos de un corazón ya casi inexistente. La cabeza ladeada, el cuerpo inerte, la botella de alcohol a punto de estrellarse contra el frío suelo. La mirada vacía, el vestido rasgado, las piernas abiertas, los pies doblados de un modo anormal. No siente, no oye, no piensa, es completamente perfecto. Horas inmóvil sentada en un sofá viejo y roñoso, con la atenta mirada, dura y feroz de la figura materna esperando a que recobrase la cordura de un momento a otro. Nada pasa, hasta que el sol tímidamente surge entre la bruma, los tibios rayos solares invaden la sala y por fin los ojos parpadean. El cuerpo responde, se sienta y cierra los ojos un instante. Los sonidos, aquellos asquerosos sonidos que reinan en el lugar, todos tan miserablemente abrumadores, fuertes, que destrozan sus tímpanos. La madre se levanta, da pasos. El suelo retumba en sus oídos, enviando fuertes ondas sonoras al cerebro proporcionando  así un dolor de cabeza casi insoportable. Grita y se lleva las manos a la cabeza, el grito la deja sorda durante unos segundos, el tacto de sus manos en su propia cabeza es simplemente horroroso, todo su cuerpo vibra, las sensaciones son inhumanas. La madre tiene un brillo en los ojos especial, con una mezcla de disgusto, decepción y comprensión. Comprende lo que le pasa a su hija y poco a poco la levanta y la lleva a su cuarto. 

viernes, 24 de junio de 2011

Alcoholizándose la pequeña fiestera.

Se llevó de nuevo la botella a los labios, sin pensar, simplemente sintiendo. La hoguera formaba figuras extrañas sobre su pálida piel, un remolino de gente a su alrededor parecía surgir de la nada, las risas, los gritos, las conversaciones... todo parecía fundirse con el denso ambiente, la muchedumbre la acompañaba, bebía con ella, saltaba la hoguera, se metían en la helada agua. Ya no recordaba nada, no sabía quien era, qué hacía allí. Un remolino de colores lo engullía todo, las personas pronto fueron borrosas, con cada trago todo se hacía más bello, el mundo desaparecía y solo quedaba la oscuridad anhelada. 
La oscuridad lo borró todo, el tiempo se paró, ya no pensaba, no veía, no tenía que preocuparme por nada, no recordaba nada, el desmayo fue el último aliento humano que me quedó hasta horas más tarde.
La playa seguía siendo la misma, con un tumulto de gente en cada metro cuadrado de ella. Unos hombres con un traje de la cruz roja pinchaban su delgado brazo pálido, sus amigos estaban a su lado, preocupados, ¿Cómo había llegado a ese estado? Si tan solo pasaban un par de horas más de las doce. Se levantó a duras penas, con las manos en mi atolondrada cabeza . Su amiga se ofreció a acompañarme a la parada del autobús para volver a su casa, dejaba la playa, a toda esa gente de fiesta, a todos los borrachos, drogadictos, a la vida sin problemas. Se quedó mirando las botellas de alcohol que bebían sin cesar, medicina, dulce y buena medicina que me dejó en un estado lamentable, gritando sandeces. Le encantaba, no pensar, no oír, no ver, nada. Silencio, paz, aunque con su alto precio.Su amiga le tubo que acompañar hasta las mismísimas puertas de su casa, ella se balanceaba y se iba para los lados, no podía hablar aun si quiera. Su amiga le dio un dulce beso en la frente y llamó a la puerta, una madre con el ceñó fruncido sentó a la chica en el sofá, su amiga volvió a la fiesta, y ella se quedó tumbada en el sofá con nauseas mientras la madre esperaba a que los efectos pasasen.
La noche más feliz de su vida se convirtió en la más decadente, quería beber y a la vez no, problemas verdaderos, felicidad inventada... Decadencia total.