La oscuridad lo borró todo, el tiempo se paró, ya no pensaba, no veía, no tenía que preocuparme por nada, no recordaba nada, el desmayo fue el último aliento humano que me quedó hasta horas más tarde.
La playa seguía siendo la misma, con un tumulto de gente en cada metro cuadrado de ella. Unos hombres con un traje de la cruz roja pinchaban su delgado brazo pálido, sus amigos estaban a su lado, preocupados, ¿Cómo había llegado a ese estado? Si tan solo pasaban un par de horas más de las doce. Se levantó a duras penas, con las manos en mi atolondrada cabeza . Su amiga se ofreció a acompañarme a la parada del autobús para volver a su casa, dejaba la playa, a toda esa gente de fiesta, a todos los borrachos, drogadictos, a la vida sin problemas. Se quedó mirando las botellas de alcohol que bebían sin cesar, medicina, dulce y buena medicina que me dejó en un estado lamentable, gritando sandeces. Le encantaba, no pensar, no oír, no ver, nada. Silencio, paz, aunque con su alto precio.Su amiga le tubo que acompañar hasta las mismísimas puertas de su casa, ella se balanceaba y se iba para los lados, no podía hablar aun si quiera. Su amiga le dio un dulce beso en la frente y llamó a la puerta, una madre con el ceñó fruncido sentó a la chica en el sofá, su amiga volvió a la fiesta, y ella se quedó tumbada en el sofá con nauseas mientras la madre esperaba a que los efectos pasasen.
La noche más feliz de su vida se convirtió en la más decadente, quería beber y a la vez no, problemas verdaderos, felicidad inventada... Decadencia total.
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